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UN MENSAJE A GARCIA
Se dice que Helbert Hubbard, en el último año del siglo pasado (1899) se
encontraba solo en la redacción de un pequeño periódico en el Medio Oeste
de los Estados Unidos un domingo por la tarde preparando la edición del
lunes. Le faltaba un espacio en la primera página y como no existían las
agencias de noticias, se vio obligado a rellenar el espacio con un pequeño
escrito que improvisó y tituló "Un Mensaje A García". Lo escribió en una
hora. Unas semanas después recibió una carta del Presidente de la New York
Central Railroad, una de las compañías más grandes de la surgente Nación,
solicitándole 100,000 copias de su escrito y que le enviara la factura por
lo que fuera. Como no tenía una imprenta disponible para producir un
pedido tan grande, le contestó autorizándolo a reproducirlo solicitándole
se especificara su nombre como autor.
Meses más tarde, una delegación de Rusia visitó la NYCR y le interesó el
pequeño escrito. Lo llevaron al Zar de Rusia el cual ordenó traducirlo y
que se le entregara a cada empleado ruso. Pasaron los años y al comienzo
de la Primera Guerra Mundial, los japoneses encontraron un pequeño papel
amarillo que tenían todos los prisioneros rusos en el frente de batalla y
entendiendo era un secreto militar lo enviaron a Tokio. Los japoneses lo
tradujeron y ordenaron se le entregara a cada soldado y empleado japonés.
Así pasó con los alemanes, españoles, turcos, chinos, franceses y los
italianos, hasta regresar a los americanos. Luego se preparó hasta una
película para el cine. Para 1913 se habían distribuido más de 40 millones
y traducido a todos los idiomas, el escrito más publicado estando vivo su
autor hasta esa época.
Quizás porque algunas de las ideas y conceptos del escrito "Un Mensaje A
García" pueden resultar hoy día chocantes, pocos conocen hoy ese escrito.
Pero entendemos que además de ser uno de los escritos que más se ha
publicado y leído, su valor hoy es incuestionable como motivo de inquietar
al empleado puertorriqueño, público o privado y al liderato del Gobierno.
Por ese reproducimos su traducido. Además de haber hecho el compromiso,
como miles lo hicieron antes, de distribuir Un Mensaje a García en cada
oportunidad que nos sea posible, incluyendo el nombre de su autor.
Un Mensaje A García
En todo el asunto cubano de la Guerra Hispanoamericana, un hombre aparece
en el horizonte de mi memoria como Marte en su perihelio.
Cuando comenzó la guerra entre España y los Estados Unidos, era muy
necesario el comunicarse rápidamente con el líder de los insurgentes.
García estaba en algún sitio de las densas montañas cubanas - pero nadie
sabía dónde. No se podía usar el correo o el telégrafo para llegar a e1.
El Presidente necesitaba su cooperación, con urgencia.
¿Qué se podía hacer?
Alguien le dijo al Presidente, "Hay un tal Rowan que puede encontrar a
García, si es que alguien puede".
A Rowan se le requirió fuera y se le dió una carta para que se la
entregara a García. Como "el tal Rowan" tomó la carta, la se11ó en una
cartuchera de cuero, se la amarró a su pecho sobre el corazón, en cuatro
días desembarcó de noche en las costas de Cuba desde un pequeño bote,
desapareció dentro de la jungla, y en tres semanas reapareció al otro lado
de la Isla, habiendo atravesado un país hostil a pié y entregó la carta a
García - son cosas que no tengo especial interés describir sus detalles.
El punto que deseo hacer es este: El Presidente Mackinley le entregó a
Rowan una carta para que se la llevara a García; Rowan tomó la carta y no
preguntó, ¿Dónde esta García?".
¡Por
todo lo Eterno! Aquí está un hombre del cual se le debe erigir una estatua
en bronce en cada universidad y escuela. No es conocer los libros lo que
necesitan nuestros estudiantes, ni conocer de esto o aquello, pero
endurecer su columna vertebral para que se les pueda confiar en su
responsabilidad de actuar prontamente, que puedan concentrar sus energías:
para que puedan hacer una cosa: "Llevar un Mensaje A García".
El General García está muerto, pero existen otros Garcías. No existe un
hombre que haya tenido que realizar una gestión donde muchas se requiera
de muchas otras personas, que no haya sido abrumado; muchas veces por la
imbecilidad del hombre común - la inhabilidad - desinterés de concentrase
en una cosa y realizarla.
Requerir ayuda innecesaria, la desatención tonta, la indiferencia necia, y
el trabajo a medias parece ser la norma; y ningún hombre puede realizar
sus objetivos-a menos que por la fuerza o engaño o amenazas se obligue o
soborne a otros para que le ayuden; o por extraño, Dios en su infinita
bondad realice un milagro, y le envié el Ángel De La Luz como su
asistente.
Tú, lector, has el siguiente experimento:
Estás sentado en tu escritorio como supervisor, con seis oficinistas
subalternos a tu alrededor.
Llama a uno de ellos y le requieres: "Por favor, ve a la enciclopedia y
prepara un memorando sobre la vida de Correggio."
El oficinista lo responderá amablemente diciendo: "Si señor," y se irá a
realizar la encomienda?
En toda la vida eso no ocurrirá. El oficinista lo mirará con ojos
incrédulos, moviéndolos como un pez en pecera, y le hará una o varias de
las siguientes preguntas:
¿Quién era él?
¿En cuál enciclopedia?
¿Fui empleado para pacer eso?
¿Quiso decir Bismarck?
¿Por qué Carlos no lo hace?
¿Está muerto?
¿Hay prisa en eso?
¿Le puedo buscar el libro para que usted lo busque?
¿Para qué usted desea esa información?
Apuesto diez a uno a que después de haber contestado todas sus
preguntitas, y explicado cómo y dónde encontrar la información, el por qué
la necesitas, el oficinista irá a buscar a otro para que le ayude a
tratar, de buscar a Correggio y vendrá luego a decirte que esa persona no
existe. Por supuesto puede que pierda mi apuesta, pero de acuerdo a la Ley
de Probabilidades no perderé.
Pero si eres listo, no te romperás la cabeza explicándole a tu "asistente"
que Correggio está en el índice bajo las C's, no bajo las K's, pero
suavemente le dirás, "No se preocupe," e irás a hacer lo mismo. Es esa
incapacidad para obrar independientemente, esa incapacidad moral estúpida,
esa blandenguería de la voluntad y el carácter, ese desinterés y falta de
disposición para hacer bien las cosas de buena gana, esas son las cosas
que han pospuesto para lejos en el futuro la convivencia perfecta de los
hombres.
Si el hombre no actúa por su propia iniciativa para sí mismo,
¿qué hará cuando el producto de sus esfuerzos sea para todos?
La fuerza bruta parece necesaria y el temor a ser rebajado el sábado a la
hora del cobro, hace que muchos trabajadores o empleados, conserven el
trabajo o la colocación. Anuncia buscando un taquígrafo y de diez
solicitantes, nueve son individuos que no saben ortografía y lo que es
mas, de individuos que no creen necesario conocerla.
¿Podrían esas personas escribir una carta a García? "Mire usted"--me decía
el gerente de una oficina con seis oficinistas subalternos a su alrededor
"Bien, qué le pasa? Es -un magnifico contador; mas si se le manda a hacer
una diligencia, tal vez la haga, pero puede darse el caso de que entre en
cuatro salones de bebidas antes de llegar y cuando llegue a la calle
principal ya no se acuerde de lo que se le dijo".
¿Puede confiarse a ese hombre que lleve un mensaje a García?
Recientemente --Hemos estado oyendo conversaciones y expresiones de muchas
simpatías hacia "los extranjeros naturalizados que son objeto de
explotación en los talleres". Así como hacia "el hombre sin hogar que anda
errante en busca de trabajo honrado", y junto a esas expresiones, con
frecuencia emplearse palabras duras hacia los hombres que están dirigiendo
empresas.
Nada se dice del patrón que envejece antes de tiempo tratando en vano de
inducir a los eternos disgustados y perezosos a que hagan un trabajo a
conciencia; ni se dice nada del mucho tiempo ni de la paciencia que ese
patrono ha tenido buscando personal que no hace otra cosa sino "matar el
tiempo" tan pronto como el patrono vuelve la espalda.
En todo establecimiento, oficina, y en toda fábrica se tiene
constantemente en práctica el procedimiento de selección por eliminación.
El patrono está constantemente obligado a rebajar personal que ha
demostrado incompetencia en el desempeño de sus funciones, y a tomar otros
empleados. No importa que los tiempos sean buenos, este procedimiento de
selección sigue en todo tiempo y la única diferencia es que, cuando las
cosas están malas y el trabajo escasea, se hace la selección con más
escrupulosidad, paro fuera, y para siempre fuera tiene que ir el
incompetente y el inservible. Por interés propio el patrono tiene que
quedarse con los mejores, con los que puedan llevar Un Mensaje a García.
Conozco a un individuo de aptitudes verdaderamente brillantes, pero sin la
habilidad necesaria para manejar su propio negocio, y que, sin embargo, es
completamente inútil para cualquier otro, debido a la insana sospecha que
constantemente abriga de que su patrono le oprime o tratará de oprimirle.
Sin poder mandar, no tolera que se le mande. Si se le diera un mensaje
para que se lo llevara a García, probablemente su contestación sería:
"Lléveselo usted mismo".
Hoy este hombre anda errante por las calles en busca de trabajo, teniendo
que sufrir las inclemencias del tiempo. Nadie que le conozca se ofrece a
darle trabajo, puesto que es la esencia misma del descontento. No entra
por razones y lo único que en el podría producir algún efecto sería un
buen puntapié salido de una bota del número nueve, de suela gruesa. Se, en
verdad, que un individuo tan moralmente deforme como ese, no es menos
digno de compasión que el físicamente invalido; pero en nuestra compasión
derramemos también una lagrima por aquellos hombres que se encuentran al
frente de pequeñas y grandes empresas, cuyas horas de trabajo no están
limitadas por los sonidos del pito y cuyos cabellos prematuramente
encanecen en la lucha que sostienen contra la indiferencia zafia, contra
la imbecilidad crasa y contra la ingratitud cruenta de los otros, quienes,
a no ser por el espíritu emprendedor de estos, andarían hambrientos y sin
hogar.
Diríase que me he expresado con mucha dureza. Tal vez sí; pero cuando el
mundo entero se ha entregado al descanso, yo quiero expresar una palabra
de simpatía hacia el hombre que sale adelante en su empresa, hacia el
hombre que, aún a pesar de grandes inconvenientes, ha sabido dirigir los
esfuerzos de otros hombres y que, después del Triunfo, resulta que no ha
ganado mas que su subsistencia.
También yo he cargado mi lata de comida al taller y he trabajado a jornal
diario, y también he sido patrono y se que puede decirse algo de ambos
lados.
No hay excelencia en la pobreza "per se", los harapos no sirven de
recomendación, no todos los patronos son rapaces y tiranos, ni todos los
pobres son virtuosos.
Mi simpatía toda va hacia el hombre que hace su trabajo tan bien cuando el
patrono está presente, como cuando se encuentra ausente. Y el hombre que
al entregársele Un Mensaje a García, tranquilamente toma la misiva, sin
hacer preguntas idiotas, y sin intención de arrojarla a la primera
alcantarilla que encuentre a su paso, o de hacer otra cosa que no sea
entregarla a su destinatario. Ese hombre nunca queda sin trabajo ni tiene
que declararse en huelga para que se le aumente el sueldo. La civilización
busca ansiosa, insistentemente, a esa clase de hombres. Cualquier cosa que
ese hombre pida, la consigue. Se le necesita en toda ciudad, en todo
pueblo, en toda villa, en toda oficina, tienda y fábrica y en todo taller.
El mundo entero lo solicita a gritos, se necesita y se necesita con
urgencia al hombre que pueda llevar "Un
Mensaje a García".
Esta pequeña narración, “Un Mensaje a García” - fue escrita en una sola
hora, por la tarde después de la comida. Esto sucedió, el 22 de febrero de
1899, día en que se conmemora el natalicio de Washington. La edición
correspondiente al mes de marzo de la revista “Philistine” iba a entrar en
prensa.
Nació como brote entusiasta de mi corazón, escrito después de un día en
que había agotado mis fuerzas indolentes, para que abandonasen su estado
comatoso por una actividad radial.
Pero la verdadera inspiración broto al calor de la discusión, mientras
bebía una taza de te, con mi hijo Bert, quien sostenía que el verdadero
héroe de la Guerra de Cuba había sido Rowan, quien, por si solo, había
realizado la mas importante hazaña; había llevado El Mensaje a Gracia.
Fue una idea inspiradora. Mi hijo tenia razón porque efectivamente había
sido un verdadero héroe el realizador de aquella hazaña, el haber llevado
el mensaje a García. Me levante y escribí el relato.
Tan poco importante me parecio el articulo así realizado, que lo publique
sin titulo. Salió la edición y en breve vinieron peticiones por mayor
numero de ejemplares de la edición de marzo de “Philistine”; una docena,
cincuenta, cien. Cuando la Compañía de Noticias Americanas pidió mil
ejemplares, pregunte a mis ayudantes cual era el articulo que había
conmovido en tal forma al publico. Era el articulo sobre García.
Al día siguiente George H. Daniels, del Ferrocarril Central de Nueva York,
nos mando el siguiente telegrama: “Coticen precio cien mil ejemplares de
articulo Rowan en forma de folleto, con un anuncio del Empire State
Express al final y digan que fecha pueden entregarlos”.
Conteste dando el precio y añadi que entregaríamos los folletos en dos
años. Nuestros talleres eran entonces muy pequeños y cien mil folletos nos
parecían una enormidad.
El resultado fue que hube de autorizar al señor Daniels para que
reimprimiera el articulo como quisiera. Así fue que se imprimió millón de
ejemplares, en forma de folleto.
Por dos o tres veces mas los reprodujo el señor Daniels, en cantidades de
medio millón y mas de dos cientos periódicos y revistas lo reprodujeron
también. Posteriormente fue traducido a todas las lenguas.
Cuando el Señor Daniels distribuía el “Mensaje a García”, estaba aquí el
Príncipe Hilakoff, Director de los Ferrocarriles de Rusia. Era huésped del
Ferrocarril Central de Nueva York y el señor Daniels lo acompaño en su
viaje a través del país. El príncipe vio el articulo y se intereso por el,
probablemente no por otra cosa que por estarlo distribuyendo en
tan grande escala el señor Daniels. Sea de ello lo que se quiera, cuando
regreso a su país, lo hizo traducir al ruso y dio un ejemplar a cada
empleado de los ferrocarriles de Rusia.
Otros países siguieron el ejemplo y de Rusia paso a Alemania, a Francia, a
España, a Turquia, al Indostán y China.
Durante la guerra entre Rusia y el Japón, cada soldado llevaba consigo un
ejemplar del “Mensaje a García”. Los japoneses encontraron estos folletos
en manos de los prisioneros y, pensando que tenían algún mérito, los
tradujeron al japonés. Y por orden del Mikado se dio un ejemplar a cada
empleado del gobierno japonés, civil o militar.
“Un Mensaje a García” ha sido impreso, pues, en mas de cuarenta millones
de ejemplares, suma que jamas ha alcanzado publicación alguna, quizá
gracias a una serie de incidentes afortunados.
Un Mensaje a García
Hay en la historia de Cuba un hombre que destaca en mi memoria como Marte
en Perihelio.
Al estallar la guerra entre los Estados Unidos y España, era necesario
entenderse con toda rapidez con el jefe de los revolucionarios de Cuba.
En aquellos momentos este jefe, el general García, estaba emboscado en las
esperanzas de las montañas, nadie sabia donde. Ninguna comunicación le
podía llegar ni por correo ni por telégrafo. No obstante, era preciso que
el presidente de los Estados Unidos se comunicara con el. ¿Que debería
hacerse?
Alguien aconsejo al Presidente: “Conozco a un tal Rowan que, si es posible
encontrar a García, lo encontrara”.
Buscaron a Rowan y le entrego la carta para García.
Rowan tomo la carta y la guardo en una bolsa impermeable, sobre su pecho,
cerca del corazón.
Después de cuatro días de navegación dejo la pequeña canoa que le había
conducido a la costa de Cuba. Desapareció por entre los juncales y después
de tres semanas se presento al otro lado de la isla; había atravesado a
pie un país hostil y había cumplido su misión de entregar a García el
mensaje del que era portador.
No es el objeto de este articulo narrar detalladamente el episodio que he
descrito a grandes rasgos. Lo que quiero hacer notar es lo siguiente:
McKinly le dio a Rowan una carta para que la entregara a García, y Rowan
no pregunto: “¿En donde lo encuentro?”
Verdaderamente aquí hay un hombre que debe ser inmortalizado en bronce y
su estatua colocada en todos los colegios del país.
Porque no es erudición lo que necesita la juventud, ni enseñanza de tal o
cual cosa, sino la inculcacion del amor al deber, de la fidelidad a la
confianza que en ella se deposita, del obrar con prontitud, del concentrar
todas sus energías; hacer bien lo que se tiene que hacer. “Llevar un
Mensaje a García”.
El general García ha muerto; pero hay muchos otros Garcias en todas
partes.
Todo hombre que ha tratado de llevar a cabo una empresa para la que
necesita la ayuda de otros, se ha quedado frecuentemente sorprendido por
la estupidez de la generalidad de los hombres, por su incapacidad o falta
de voluntad para concentrar sus facultades en una idea y ejecutarla.
Ayuda torpe, craso descuido, despreciable indiferencia y apatía por el
cumplimiento de sus deberes; tales y ha sido siempre la rutina. Así,
ningún hombre sale adelante, ni se logra ningún éxito si no es con
amenazas y sobornando de cualquier otra manera a aquellos cuya ayuda es
necesaria.
Lector amigo, tu mismo puedes hacer la prueba.
Te supongo muy tranquilo, senado en tu despacho ya tu alrededor seis
empleados dispuestos todos a servirte. Llama a uno de ellos y hazle este
encargo: “Busque, por favor, la enciclopedia y hágame un breve memorándum
acerca de la vida del Correggio”.
¿Esperas que tu empleado con toda calma te conteste: “Si, señor” , y vaya
tranquilamente a poner manos a la obra?
¡Desee luego que no! Abrirá desmesuradamente los ojos, te mirara
sorprendido y te dirigirá una o mas de las siguientes preguntas:
¿Quien fue?
¿Cual enciclopedia?
¿Eso me corresponde a mi?
Usted quiere decir Bismarck, ¿no es así?
¿No seria mejor que lo hiciera Carlos?
¿Murió ya?
¿No seria mejor que le trajera el libro para que usted mismo lo
buscara?
¿Para que lo quiere usted saber?
Apuesto diez contra uno, a que después de haber contestado a tales
preguntas y explicado como hallar la información que deseas y para que la
quieres, tu dependiente se marchara confuso e ira a solicitar la ayuda de
sus compañeros para ‘encontrar a García’. Y todavía regresara después para
decirte que no existe tal hombre. Puedo, por excepción, perder la apuesta;
pero en la generalidad de los casos, tengo muchas probabilidades de
ganarla.
Si conoces la ineptitud de tus empleados, no te molestaras en explicar a
tu “ayudante”, que Correggio se encuentra en la letra C y no en la K. Te
limitaras a sonreír e iras a buscarlo tu mismo.
No parece sino que es indispensable el dudoso garrote y el temor a ser
despedido el sábado mas próximo, para retener a muchos empleados en sus
puestos. Cuando se solicita un taquígrafo, de cada diez que ofrezcan sus
servicios, nueve no sabrán escribir con ortografía y algunos de ellos
consideraran este conocimiento como muy secundario.
¿Podrá tal persona redactar una carta a García?
--¿Ve usted este tenedor de libros? --me decía el administrador de una
gran fabrica.
--Si, ¿por que?
--Es un gran contador, pero si le confió una comisión, solo por casualidad
la desempeñara con acierto. Siempre tendré el temor de que en el camino se
detenga en cada cantina que encuentre y cuando llegue a la Calle Real,
haya olvidado completamente lo que tenia que hacer.
¿Crees, querido lector, que a tal hombre se le puede confiar Un Mensaje
para García?
A ultimas fechas es frecuente escuchar que se excita nuestra compasión
para los enternecedores lamentado de los desheredados, esclavos del
salario, que van en busca de un empleo. Y esas voces a menudo van
acompañadas de maldiciones para los que están “arriba”.
Nadie compadece a el patrón que envejece antes de tiempo, por esforzarse
inútilmente para conseguir que el aprendiz chambón ejecute bien un
trabajo. Ni nos ocupamos del tiempo y paciencia que pierde en educar a sus
empleados para que estén en aptitud de realizar su trabajo, empleados que
flojean en cuanto vuelve la espalda.
En todo almacén o fabrica se encuentran muchos zánganos, y el patrón se ve
obligado a despedir a sus empleados todos lo días, pero no lo hacen por
que la probabilidad de reemplazarlos con otro holgazán es la realidad –
también impiden los reglamentos y la burocracia, los sindicatos, etc.
Esta es invariablemente la historia que se repite en tiempos de
abundancia. Pero cuando por efecto de las circunstancias, escasea el
trabajo, el jefe tiene oportunidad de escoger cuidadosamente y de señalar
la puerta a los ineptos y a los holgazanes.
Por propio interés, cada patrón procura conservar lo mejor que encuentra;
es decir, a aquellos que pueden llevar Un Mensaje a García.
Conozco un individuo que se halla dotado de cualidades y aptitudes
verdaderamente sorprendentes; pero que carece de la habilidad necesaria
para manejar sus propios negocios y que es absolutamente inservible para
los demás. Sufre la monomanía de que sus jefes lo tiranizan y tratan de
oprimirlo. No sabe dar ordenes, no quiere recibirlas.
Si se le confía Un Mensaje a García, probablemente contestaría: “llévelo
usted mismo”
Actualmente este individuo recorre las calles en busca de trabajo, sin mas
abrigo que un deshilachado saco por donde el aire se cuela silbando. Nadie
que lo conozca acceda a darle empleo. A la menor observación que se le
hace monta en cólera y no admite razones; seria preciso tratarlo a
puntapiés, para sacar de el algún partido.
Convengo de buen grado en que un ser tan deforme, bajo el punto de vista
moral, es digno cuando menos de la misma compasión que nos inspira un
lisiado físicamente. Pero en medio de nuestro filantrópico
enternecimiento, no debemos olvidar derramar una lagrima por aquellos que
se afanan al llevar a cabo una gran empresa; por aquellos cuyas horas de
trabajo son ilimitadas, pues para ellos no existe el silbato; por aquellos
que a toda prisa encanecen, a causa de la lucha constante que se ven
obligados a sostener contra la mugrienta indiferencia, la andrajosa
estupidez y la negra ingratitud de los empleados que, si fuera por el
espíritu emprendedor de estos hombres, se verían sin hogar y acosados por
el hambre.
¿Son demasiados severos los términos en que acabo de expresarme? Tal vez
si. Pero cuando todo mundo ha prodigado su compasión por el proletario
inepto yo quiero decir una palabra de simpatía hacia el hombre que ha
triunfado, hacia el hombre que, luchando con grandes obstáculos, ha sabido
dirigir los esfuerzos de otros, y después de haber vencido, se encuentran
con que lo que ha hecho no vale nada; solo la satisfacción de haber ganado
su pan.
Yo mismo he cargado la portaviandas y trabajo por el jornal diario; y
también he sido patrón de empresa, empleado “ayuda” de la misma clase a
que me he referido, y se bien que hay argumentos por los dos lados.
La pobreza en si, no reviste excelencia alguna. Los harapos no son
recomendables ni recomiendan por ningún motivo. No son todos los patrones
rapaces y tiranos, ni tampoco todos los pobres son virtuosos.
Admiro de todo corazón al hombre que cumple con su deber, tanto cuando
esta ausente el jefe, como cuando esta presente. Y el hombre que con toda
calma toma el mensaje que se le entrega para García, sin hacer tontas
preguntas, ni abrigar la aviesa intención de arrojarlo en la primera
atarjea que encuentre, o de hacer cualquier otra cosa que no sea
entregarlo, jamas encontrara cerrada la puerta, “Ni necesitara armar
huelgas para obtener un aumento de sueldo”.
Esta es la clase de hombres que se necesitan y a la cual nada puede
negarse. Son tan escasos y tan valiosos, que ningún patrón consentiría en
dejarlos ir.
A un hombre así se le necesita en todas las ciudades, pueblos y aldeas, en
todas las oficinas, talleres, fabricas y almacenes. El mundo entero clama
por el, se necesita, ¡¡urge… el hombre que pueda llevar un mensaje a
García !!
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